La luciérnaga produce luz fría con una pérdida de energía
casi inexistente mientras que las bombillas incandescentes desperdician el 98%
de la energía en forma de calor. La tela de araña es mucho más dúctil y 5 veces
más resistente en relación a su peso que el acero. Las hojas de la flor de
loto, símbolo de pureza en las religiones asiáticas, salen totalmente limpias
del barro de las aguas donde habitan.
La naturaleza ha sabido resolver de forma muy eficaz
muchísimos procesos que aún suponen un quebradero de cabeza para los
científicos. Y es que la naturaleza posee algo que ningún centro tecnológico
tiene en la actualidad, un banco de pruebas que lleva en funcionamiento
millones de años, descartando las soluciones no válidas y perfeccionando las
optimas.
La biomimesis (de bio, vida y mimesis, imitar) es la ciencia
que estudia la naturaleza como fuente de inspiración. Mediante la observación
de la misma podemos adoptar sus soluciones y aplicarlas a nuevos usos, nuevos
materiales o nuevos sistemas. Y tenemos ejemplos de ello en nuestra vida
cotidiana. Como por ejemplo el velcro, que fue creado después de que su
inventor se fijara en un tipo de semillas que se pegaban completamente a sus
pantalones después de las caminatas por el monte.
Existen ejemplos de biomimesis en diversos campos, entre ellos la arquitectura,
con resultados realmente sorprendentes. El Eastgate Centre de Harare, un
edificio de oficinas de tamaño medio, consigue mantener su interior a una
temperatura constante y fresca durante todo el año, sin recurrir a la
refrigeración artificial, con los costes energéticos y medioambientales que
ello conlleva. Y lo hace imitando la estructura de los enormes termiteros que
construyen las termitas africanas Macrotermes Michaelseni, en entornos con
cambios de temperatura que van de los 3 a los 42 grados Celsius.
Las termitas edifican estos nidos teniendo en cuenta los
principios básicos de termorregulación, orientando su disposición en el eje
norte-sur, mientras su estructura interna similar a una chimenea expulsa el
aire caliente menos pesado renovándolo de aire fresco que se introduce por
galerías subterráneas en la parte más baja de la estructura.
Scott Turner y su equipo escanearon y estudiaron uno de estos
termiteros y aplicaron el diseño adaptándolo a la escala humana en el Eastgate
Centre. Mediante este sistema de renovación de aire continua lograron mantener
la temperatura del edificio constante en una ciudad con temperaturas que
oscilan entre los 10 y 40 grados Celsius a lo largo del día, y con un gasto
energético equivalente al 10% del gasto de un edificio de similares
características con sistemas de refrigeración artificiales. La implantación de
este sistema supuso un ahorro de 3,5 millones de dólares.
Posteriormente se ha aplicado este mismo sistema a varios
edificios con resultados igualmente considerables, como por ejemplo en el
Portcullis House de Londres.
Es evidente que tomar la naturaleza como fuente de
inspiración puede llevarnos a resultados inesperados. Uno sólo tiene que
aprender a observar, porque quizá eso que busquemos ya esté inventado.



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